Somos personajes perdidos en un cuento cuyo autor está muerto.
Y cada uno de nosotros da por hecho que es dueño de su propio pensamiento.
No toleramos la idea de ser
una simple circunstancia.
Buscando un fuego sagrado que no existe,
anhelando el día que dejemos de estar tristes.
Nos dejamos hipnotizar por la fragancia
y no hay mentira que podamos ver.
Irascibles los deseos se resisten
a la incomoda evidencia de los hechos
en busca de jardines que no existen,
haciendo oídos sordos a los ecos
de otrora mortales que ya han llegado
y nos lanzan aullidos desesperados:
que nademos rio arriba a mejor suerte
que al final de este camino está la muerte.
En el lecho de vida que agoniza
no hay consejos testamentos ni secretos
no se puede caminar entre los muertos
ni se puede renacer de la ceniza.
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